La tradición textil de los pueblos prehispánicos del Perú ha sido milenaria. Su uso formaba parte central de su cosmovisión ceremonial como se puede observar en los muñecos realizados en lana y algodón de la cultura Chancay y en las ofrendas rituales de sacrificio en el llamado Capacocha. Allí eran ofrecidos a la montaña, junto a los sacrificados, pequeñas estatuillas masculinas y femeninas ataviadas con distintas prendas textiles sagradas.
En la performance “sangre de semilla” una pieza textil, en cuyo cuerpo está representado el sexo femenino y masculino, vuelve a oficiar de nexo, de vínculo y ofrenda. Utilizando el atuendo de mi obra El Abuelo, la escultura textil rellena de semillas, es sacrificada, su tela desgarrada y su interior ofrecido a los visitantes como acto de conexión y de reciprocidad con el alimento que provee nuestro suelo.