Esta exposición propone un diálogo entre pasado y presente y entre cultura popular y la denominada alta cultura, a través de una serie de intervenciones realizadas por los artistas Chiachio & Gianone, Tadeo Muleiro y Esteban Álvarez en el contexto del patrimonio del Museo de Calcos y Escultura Comparada “Ernesto de la Cárcova”.
Cada propuesta opera de modos muy diferentes respecto a la articulación de su obra con el patrimonio del museo. Mientras Chiachio & Gianone trabajan con la figura del Ekeko, excluida del canon museístico, a partir de la idea de la asimilación y el mimetismo con las obras y el contexto patrimonial para subvertir la jerarquía establecida, los textiles de Tadeo Muleiro irrumpen en el espacio expositivo generando una relación antagónica con el resto de las piezas de la sala. En tanto, Esteban Álvarez propone un trabajo en proceso al instalarse en un taller frente a las salas del museo desde el que producirá una serie de duendes y enanos de jardín, que en su disposición en el espacio promoverán una reflexión acerca del ámbito público y la dimensión privada.
“La mujer sin cabeza” de Tadeo Muleiro
Por su parte, Tadeo Muleiro realiza una intervención denominada “La mujer sin cabeza”, instalando tres esculturas textiles en la Sala Precolombina del Museo.
En este caso la instalación opera en sentido inverso a la pieza de Chiachio & Gianone, ya que las obras de Muleiro irrumpen en el espacio con una presencia insoslayable, sin intentar mimesis ninguna, puesto que la materialidad y el uso de los colores se oponen con contundencia al resto de las piezas en exhibición. A lo rígido y monocromático de los calcos exhibidos, Muleiro responde con formas blandas, de texturas tersas y estridentes colores encendidos.
El artista escoge específicamente esta sala con la voluntad de transformarla en un contexto crítico e inscribir su propia obra en una remota tradición precolombina, con sus motivos geométricos y coloridos, que retoma y recrea en sus originales esculturas y trajes.
La obra, una imponente criatura multicolor de dimensiones sobrehumanas con motivos reconocibles de la tradición azteca como la serpiente y la calavera, hace referencia a la escultura de la diosa Coatlicue, que representa la dualidad entre la vida y la muerte como dos partes del mismo concepto, y cuyo mito gira en torno al sacrificio humano.
Teniendo en cuenta que según la leyenda la diosa fue decapitada, Muleiro incorpora al conjunto una pieza clave de la colección del museo: el calco de la cabeza de Coyolxauhqui - una de las piezas más célebres de la cultura Mexica, cuyo original se encuentra en el Museo Nacional de Antropología de la ciudad de México- reuniendo cuerpo y cabeza en un contrapunto del acto sacrificial primordial.
El conjunto se completa con la instalación de dos obras que amplian y complementan el vocabulario visual del artista: Dos trajes de reminiscencias indígenas que utilizara en acciones performáticas.
“Ekeko” de Chiachio & Gianone
La propuesta de Chiachio & Gianone consiste en la incorporación de una “nueva pieza” en el contexto de la colección permanente del museo en exhibición.
La inclusión de la pieza es pertinente en relación a la naturaleza del museo en tanto se trata de un calco realizado con todas las normas técnicas del arte del copiado, pero en vez de tomar como modelo una obra maestra del arte universal trae a este formato una figura de un campo de la cultura considerada subalterna, en tanto proviene de un culto pagano y popular, excluido históricamente del canon de las bellas artes.
A partir de la adquisición de un Ekeko -símbolo de la abundancia en la cultura boliviana- en el mercado popular del barrio de Liniers, los artistas realizaron un trabajo en colaboración con el Departamento de Restauro del Museo. Junto con ellos produjeron calcos del Ekeko, esta vez con la incorporación de sus propios rasgos personales en sendos rostros, al mismo tiempo que dotaron de guirnaldas y otras decoraciones de la pieza tomadas de fragmentos de medallas y rosetones de diversas y disímiles obras del patrimonio del museo.
La obra, instalada en una vitrina existente en esa sala, se completó con los elementos típicos del Ekeko -cigarrillos y gorros de lana-, y se coronó con una ceremonia ritual, usual en el altiplano, denominada “polvo cósmico” consistente en una lluvia de papel picado sobre los mismos.
Con este operativo los artistas posicionan su obra no sólo en el mismo espacio físico que el resto de la colección, sino también equiparándolas al otorgarle el mismo estatus, haciéndola indistinguible, gracias al procedimiento empleado, del resto de las piezas en exposición. De esta manera subvierten el sentido de grandeza inherente a ciertas obras, al igualarlo a una figura proveniente de un ámbito de creencias populares que no han sido institucionalizadas ni inscriptas en la historia del arte. Construyen así un diálogo, no sin propiciar cierta reparación simbólica que es a la vez una puesta en discusión del patrón de belleza aceptado por la academia.
“?” de Esteban Álvarez
Con su obra Esteban Álvarez propone otra forma de diálogo con el espacio del Museo de Calcos. El artista recupera un aula icónica de la que fuera la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes Ernesto de la Cárcova, hoy Museo de Calcos, e instala allí un taller de producción de esculturas durante el periodo de exhibición.
Su propuesta se centra en la praxis artística por sobre la idea de una obra cerrada, incorporando el proceso, el desarrollo y el tiempo como una variable capital de su trabajo.
Las esculturas, inspiradas en el universo doméstico y familiar de los enanos de jardín, versionarán grandes obras de la historia universal, como la Venus de Milo o El pensador de Rodin, generando un contrapunto entre el concepto de alta cultura y cultura popular. Asimismo, el hecho de ocupar por unos meses un aula institucional y utilizarla como taller privado, en el que producirá una serie de obras de características hogareñas que irá instalando en el jardín del Museo, propone una reflexión acerca del uso del espacio público y privado.
La propia dinámica de su acción hará que el jardín del Museo se vaya poblando de un ejército de pequeñas criaturas grotescas que copian impunemente las poses de las esculturas de la colección del Museo. Con el transcurrir de los días estos bizarros personajes se multiplicarán e irán aproximándose a las salas generando un “inaceptable” asedio del arte doméstico a las grandes obras del arte universal, como si pugnaran por formar parte también de ese universo idealizado.
Andrés Duprat, Buenos Aires, Junio de 2015.