El sueño es la sombra de la tierra que cae sobre nuestra conciencia. Para el animal humano, el sueño es la sombra de la tierra que se mete bajo nuestra piel y se extiende por nuestras extremidades, que disuelve así nuestra voluntad individual en los mil y un seres que la componen.
David Abram.
V
Para el psicoanálisis el sueño es una formación del inconsciente, es la convergencia de dos estados de la consciencia. Un esquema de pulsiones que representan deseos y censuras no visibles a la lógica cognitiva, es la “vía regia para acceder a lo inconsciente”1, donde se produce un estado alterado y expansivo de la consciencia. Tadeo Muleiro nos invita a habitar la vulnerabilidad desde esos pasajes íntimos y sensibles del fuero interno. Dándole forma a aquellos elementos que custodian los instintos más naturales y se manifiestan en los corredores sin resguardo durante la vigilia.
Con la presencia de fuertes rasgos escenográficos y teatrales Muleiro presenta una escena suspendida entre dos dimensiones, una atmósfera vertiginosa entre lo onírico y lo sensorial. Una habitación ataviada de esculturas blandas textiles envuelven al doppelgänger del artista que reposa bajo una especie de trance. Con una suerte de compulsión repetitiva de motivos como manos, caras y reflejos, los objetos alrededor se repliegan sobre el espacio, haciendo coincidir por un instante la sincronía de dos mundos paralelos, invitando a detenerse y sumergirse en las sombras más claras y profundas del sueño consciente.
Tadeo Muleiro es un prestidigitador, un chamán urbano que conecta mundos y vincula cosmologías. Advierte sobre las profundidades de lo intangible y su curiosidad por las formas trascendentales del entendimiento lo conducen a un juego de arquetipos y rituales. Como si se tratase de un entrenamiento meticuloso el artista comparte su visión de la experiencia viva, el viaje de un ecosistema a otro de la mano de la más sincera escolta: el espectador que acompaña el recorrido.