En la boca del presente, un pasado dentado habita el mundo y lo transforma.
Las obras de Tadeo Muleiro ponen en escena seres que han creado el universo, le dan curso al mundo y lo transforman. Esculturas textiles, dibujos, videos y performances, trazan una narrativa ficcional donde se entrecruzan imágenes sagradas de las culturas originarias de América, seres mitológicos populares y figuras que se asemejan a los personajes de los comics. Todas sus piezas buscan, cada una a su manera, vincularse de forma directa con el público, incluso provocar la idea de una posible interacción concreta: cuando alguien ve una de sus esculturas textiles-vestimenta, a Tadeo le gustaría que se imagine
dentro de ella.
En el proyecto Tincunacu, que significa “encuentro” en quechua, busca en forma deliberada que este “encuentro” entre espectadores y obras sea lo más cercano posible. Claramente la obra “la Casita” es una pieza fundamental para propiciar este deseo de un lazo envolvente. Pero sin lugar a dudas en Tincunacu los más beneficiados son los niños y por eso mismo confeccionó una serie de pequeños trajes para que además de ver las piezas pudieran, de alguna manera, apropiárselas. Ellos son el público ideal: con menos prejuicios, menos vergüenza y un gran entusiasmo. Los niños tienen esa energía que demanda vivir una obra, de lo contrario se aburren y no existe excusa o argumento intelectual que logre convencerlos.
En gran medida desde este “encuentro” Tadeo Muleiro hace y piensa el arte. Le interesa que su trabajo funcione con la misma potencia de un cuento, con ese entusiasmo propio de las narraciones orales en una noche de fogón. Quiere imaginar que el cuerpo de su obra se empeña y logra propiciar una experiencia vital, una reflexión lúdica y organizando en uno o varios relatos ficcionales busca dar rienda suelta a múltiples maneras de pensar la herencia histórica, la sociedad y por que no, la política.